Madrid, 1968. Un edificio curvilíneo y gris de 81 metros de altura emerge para traer vanguardia y lujo a un barrio sobrio del distrito de Chamartín. Bajo su azotea, en la que sus privilegiados vecinos –entre ellos el propio arquitecto del complejo, Francisco Javier Sáenz de Oiza– disfrutan de una sinuosa piscina con vistas a los principales iconos de la capital, se abre tres años después uno de los primeros restaurantes con estrella Michelin de la ciudad. Con capacidad para un centenar de comensales, el establecimiento también distribuía comida a domicilio a los residentes de la comunidad en un montaplatos.
El eco de aquellas elegantes veladas, recordadas en las crónicas de este periódico por sus selectos mariscos y platos regionales de cuchara, se percibe todavía en la sala, ahora diáfana y lúgubre, del que fuera su comedor principal. Un espacio que volverá a la vida en los próximos meses: será dividido para construir ocho viviendas independientes. Según ha podido saber ABC, la Junta de Gobierno del Ayuntamiento de Madrid aprobará hoy el plan especial para reformar la planta 22 del famoso edificio situado en el número 37 de la avenida de América.
Abierto de 1971 a 1985, el ‘Comedor de Ruperto Nola’ sucumbió a las nuevas modas. Tras cuatro años en barbecho, la penúltima planta de la torre que nunca fue blanca cambió su uso de bar-restaurante a oficinas, para alojar hasta 1997 la sede de ADA (Ayuda del Automovilista). Más de tres décadas después, ya «en un estado de conservación deficiente», según explican desde el Área de Urbanismo, la comunidad de vecinos ha optado por parcelarlo y aumentar así su uso residencial.
Este rascacielos premiado internacionalmente por su moderno diseño, ha sido capaz desde entonces de unir al director de cine Jim Jarmusch, al pintor Félix de la Concha y a los cantantes C. Tangana o Quevedo. Pese a que ya no queda rastro de su recargado mobiliario en tonos rojo carmesí de antaño, su actual aspecto más apagado y destartalado ha atraído a numerosos artistas de medio mundo. En la planta 22 se han grabado series, secuencias de películas y videoclips de todo tipo.
Puesto que se trata de inmueble incluido en el Catálogo de Edificios Protegidos –nivel 1, grado singular–, el consistorio está obligado a supervisar todos los cambios que afecten a su composición original. «Es necesaria la tramitación del plan especial, ya que la propuesta conlleva la intensificación del uso, al pasar de un local a ocho viviendas», explican desde la concejalía que dirige Borja Carabante. En este caso, pese a que se incrementa el número de pisos, se producirá una reducción de aforo, ya que de 48 personas se pasa a las 40 para el uso residencial propuesto.

Interior del edificio
El proyecto, que previsiblemente obtendrá hoy su primer visto bueno, plantea además mejorar las condiciones de evacuación de la planta 22. En este sentido, se crearán vestíbulos de entrada a las nuevas viviendas para también así poder acceder a través de ellos a las escaleras de evacuación del edificio, lo que en la actualidad es inviable.
Mejora de la fachada
Sáenz de Oiza ideó un rascacielos sin pilares. Con gran audacia, trazó unos cilindros de hormigón armado para jugar con las formas y, al mismo tiempo, sustentar la estructura del edificio. Solo los balcones con delicadas celosías de madera y vidrieras en tonos cálidos rompen la uniformidad que dicta el material predominante.

Restaurante que había en la planta 22 del edificio Torres Blancas
Con el fin de poner en valor la estructura vista, según la documentación del proyecto iniciado en 1964, el plan especial incluye la restitución de los huecos originales cegados en la fachada. Además, se desmontará la escalera privada que conecta las plantas 22 y 23, ambas destinadas en un principio al «núcleo social». Todos estos cambios supondrán, asimismo, la mejora de la eficiencia energética. Tras su aprobación inicial, el plan especial será sometido a un mes de información pública para su posterior validación definitiva en el pleno municipal.
Saénz de Oiza, como el resto de sus vecinos –vivió en el inmueble hasta su muerte en 2000–, soñó con recuperar el emblemático restaurante de la planta 22. Pero dada la imposibilidad de recuperar el aroma a alta cocina por los problemas de aforo que ello conllevaba, ocho nuevos privilegiados moradores harán uso y disfrute de uno de los mejores balcones al corazón de Madrid.