Dicen que las segundas partes nunca son buenas. Sin embargo, la Selección Colombia al mando de Néstor Lorenzo es -y ha sido- un equipo de segundos tiempos. El 2-2 de este viernes en la visita a Corea de Sur reconfirma esa tendencia.
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El primer acto de esta obra en teatro coreano fue todo un drama para Colombia, que fue superada en velocidad, intensidad, presión y efectividad por el local. El reparto colombiano era de solo personajes con roles de villanos: los dos volantes de marca (Castaño y Uribe) no quitaban y pegaban mucho, los dos centrales (Cuesta y Lucumí) apenas si rechazaban, los dos laterales (Muñoz y Mojica) pasaban vergüenzas en buena medida porque los dos extremos (Valoyes y Carrascal), pues no se sabían sus líneas defensivas para contar la doble línea de seguridad: no daban pie con bola.
¿Y James? Escasamente era un voluntarioso extra. ¿Y Borré? Otra vez interpretó al fantasma de la ópera.
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James Rodríguez anotó en Colombia vs. Corea.
El drama se convertía en tragedia con los goles de Son, el megacrac coreano, que disparó al arco vacío por un error grosero de Mojica en un pase corto tratando de salir de la presión apenas empezando el juego (minuto 10), y luego recitó un poema de tiro libre con curva delicada que cayó como un telón pesado en la base del palo del portero justo antes del intermedio.
Para el segundo acto, los actores de Colombia se quitaron la máscara del llanto y se pusieron la máscara de la risa, la de la alegría y el final feliz: con los mismos jugadores, ubicados en los mismos puestos del mismo plan táctico, la obra de la Selección ya fue otra y, en un parpadeo entre los minutos 46 y 49, James y Carrascal empataron en una ráfaga de velocidad, actitud, presión y efectividad.
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Acción del partido Corea vs. Colombia
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Entonces, otra vez, como ya le había pasado en otras obras como contra México o Guatemala por ejemplo, los villanos se convirtieron en galanes, dejaron sus papeles de reparto para ser protagonistas que aprovecharon el momento exacto de reacción para reescribir la historia. El equipo corrió, dejó la lentitud, abrió los ojos en la marca, se hizo más cerrado entre defensas y volantes, y fue más práctico para sortear la presión coreana: ahora sacaban la pelota larga…
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Jorge Carrascal celebra con Colombia.
Esta Colombia dirigida y escrita por Néstor Lorenzo es un equipo que recita tristezas en las primeras partes y canta odas en las segundas. Una vez se creyó que fue porque empezaron los viejos intérpretes y luego fueron relevados por un reparto joven. Otra vez porque se rehízo el libreto táctico del 4-2-3-1 al 4-3-3. Una más porque hubo un nuevo guion de motivación…
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La realidad es que, en líneas generales, esta Colombia de Lorenzo empieza los partidos tratando de asegurar la pelota con lentitud para mantener los órdenes defensivos, preocupada por no arriesgar. Y luego, cuando la obra da para abucheos y lanzamiento de tomates, reacciona, adelanta líneas, asume los duelos individuales ofensivos y termina aplaudida mientras le tiran flores.
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Borré lamenta fallar un gol.
En esta nueva era invicta de cinco juegos de preparación del equipo de Lorenzo (tres triunfos, dos empates), Colombia ha escrito nueve de sus 11 goles en los segundos tiempos (¡el 81,8 por ciento!), cuando el equipo reacciona, cuando embiste como el toro después del puyazo, cuando cambia su actitud para ir por el partido, cuando el entrenador en el descanso arenga y corrige modos y maneras.
Colombia vive primeros actos con la careta del llanto del drama. Colombia transforma los partidos con la máscara de la risa en los segundos. La obra de Lorenzo será maestra cuando logre mantener una continuidad de juego, de intensidad y de actitud en el teatro del fútbol
Ser o no ser… He ahí el dilema de la Selección Colombia.
Meluk le cuenta
GABRIEL MELUK
Editor de Deportes
@Meluklecuenta
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